viernes, 1 de junio de 2007

Por el humo se sabe...

El aguardiente me quema las entrañas y las penas flotan. Todo el mundo lo sabe. También tú, que has intentado ahogarlas tras fracasar la cómplice amistad masculina que te recomendó seguir con tu buena esposa y olvidar al capricho que metiste en tu vida. Y no te queda nadie que me avise cuando te pase algo... Y busco quien te avise a ti sabiendo que no se puede confiar. La traición tiene nombre bíblico, la traición sigue callada a tu espalda, la maldita traición nos robó el mes de marzo, perdona, maestro, pero fue así.
Las huellas de los vasos giran sobre la mesa, y aquella noche tú me pediste el último vals, me salvaste de niñitos egoístas y yo creía que estaba segura en tus castos brazos. Noches de bodas que no se adelantaron como la tuya, una conspiración contra el tiempo para que no llegara a tiempo aquel insulto con el que me dirigí a ti la primera vez que tropezamos, con tiempo y fuera de él: ya todo estaba escrito.
Esta celebración triunfante es cosa tuya: el trabajo, el esfuerzo, todo por estar a tu altura. Es cosa tuya el haber cambiado mis pasos. Es cosa tuya este ascenso imparable... Tú, mi transfusión de sangre, mi espejo mágico, mis decretos y mis años.
Y tú, en qué bar, qué licores, qué compañía... Borracho sin tu pupila azul... Ven a buscarme esta noche: necesito decirte que te amo, necesito oír que la quieres a ella (y yo a mi cerebro paralizado), necesito poder llorar y destilarme por dentro...
CHIN CHIN

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