lunes, 18 de diciembre de 2006

La última vez que fui Penélope

Cuentan que Penélope un día se cansó de esperar. Ya conocía la cara de todos los viajeros que subían o bajaban de los vagones. Conocía horarios y destinos. Conocía el sonido único de cada tren. Sabía que tras cada mirada se escondía una huida. Y su mirada iba a hacer algo más que esperarlo sentada.

Un tren de humo para una ciudad de humo. Un viaje largo sin acompañante ni abrazos en destino. Una estación extraña bajo su cuerpo, un sol de niebla sobre su piel. Coches equivocados que luchan por abrirse paso en la selva del asfalto. Atascos del destino. Los dioses atrasan el encuentro una y otra vez. Penélope no logra alcanzarlo. Se pregunta si debió seguir esperando y no perderse entre taxis y cercanías, en carreteras en obras, en estaciones vacías. Se queda atrás, se queda al otro lado...

El camino a pie es peligroso pero cierto, y allí se encamina... hacia el bello paraíso donde él descansa... En una pausa... sus ojos se vuelven a encontrar. Ella le dice: “me ha costado mucho llegar hasta aquí... ¿no me vas a dar un abrazo?” Y él la aprieta fuerte, acobardado ante tanta valentía... Él cumple su palabra: “la próxima vez que te vea no quiero salir del hotel”. La noche es muy corta para tan largos abrazos... no hay tiempo para comer más que bocas y piel. Él apaga una luz y la vuelve a encender: “no quiero perderme tus ojos, que se te están poniendo aún más azules”. La noche se divide en dos amaneceres para dar tregua al aire. Dos despertares con besos y abrazos, con piel de seda y ojos de hormiga roja. Con cantos de sirena que lo alejan durante unos minutos... ¿o es Penélope la sirena?

El sol no sale a la hora prevista en esa ciudad gris, pero a la hora prevista sí que salen ellos del hotel. Son otros. Él es otro. Penélope se ríe de su seriedad pero llora por dentro. “Tranquila”, le susurra él en su último abrazo. “Es que estoy triste”, responde Penélope. “Yo también”... Ella le mira y le reprocha con cariño: “mentiroso!”

Penélope sabe que infringió las normas del amor. Las que decían que ella debía esperar en un andén. Las que decían que él iría a ella, y no al revés. Y sabe que él lo sabe. Que le ha usurpado su papel, que ha tomado las riendas. Y otros vuelven a sus naves, a seguir caminos separados hasta que los dioses tengan a bien unirlos para siempre. Si perdonan a Penélope el haberse burlado de ellos...



Plaerdemavida... gris y áspera... humo y niebla... es caos... Pero tú la transformaste, amor mío, en un oasis de ternura, de ojos que se buscan con desesperación. Tú hiciste de ella un nuevo hermoso recuerdo, una ciudad más a la lista de ciudades donde nos amamos y que por ello son las más especiales en las noticias del tiempo. Una ciudad que odiar cuando desaparezcas, una ciudad que odiar cuando vuelvas a plantar a Penélope.

domingo, 17 de diciembre de 2006

Las otras y yo.

Qué hipócrita. Feliz Navidad.

No es que le desee ningún mal, claro que no. Pero no me puede alegrar esa escenita familiar en la que yo soy un punto negro en su cerebro, su tumor a veces beningno, otras no.

Así que me horroriza pensar que, siendo la otra, también soy la otra. La que es capaz de desvelar los secretos de un amor sucio y escondido a la vista de cualquiera, incluso a la suya propia. Me horroriza que vea que soy dos veces la otra. Que toda las sonrisas que me causa se vuelven bilis cuando se marcha y me quedo sola frente a nadie.

Pero tengo suerte. Jamás descubriría mi hipocresía. Mi amor mal entendido. La frustración de la que no le hablo, yo, que nunca le he pedido nada, yo, su mueble, su silla, su cama.

Contigo te quiero, sin ti te odio.

Feliz navidad, a veces.

Las otras y yo seguimos caminando...

jueves, 14 de diciembre de 2006

Cogí un taxi



La moqueta era azul. La noche, gris, desde el balcón. Oler la mañana con tu camiseta robada. La buscabas para no dejar pruebas. Quise dejar un mechón en ella y que supieras lo que es un adiós sin un beso en la boca. Pero no tuve valor. Nunca lo tuve. Quizá por eso nunca lo fuiste. Mío.

Me queda la dignidad de no haberte pedido nada, la ridícula dignidad de los perdedores que quisieron ser honestos aún haciendo trampas.

domingo, 3 de diciembre de 2006

Te juro que era buena chica

Justine tiene una vida vacía, y su empleo en el mediocre Retail Rodeo es sólo una extensión de este mundo insulso en el que no ha podido embarazarse de su esposo Phil, con lo que se ha llegado a preguntar si se debe a la marihuana que él fuma con su mejor amigo. Holden, otro empleado del centro comercial, es quizás su alma gemela, ese deseo aislado y eterno de todos los que alguna vez soñamos con hallarlo... ¿Es Justine la chica buena del título? ¿Puede hacer una elección correcta entre su dependiente esposo y el novedoso amante perturbado?
Una buena introducción, sólo bastan 5 minutos y ya podemos sentir ese insufrible hastío suburbano; un diálogo en off y breves secuencias y casi podemos sentir el sudor y el ambiente de ese Retail Rodeo, ese mundo donde nada sucede.
Nada. N-A-D-A.
Y de pronto, en medio de ese mundo donde quizás el marido tiene mala simiente, donde la marihuana es una forma de escape, y donde los empleos no ofrecen mucho qué contar, una pequeña luz, una forma de esperanza en medio de la desesperanza y el hastío, una pequeña muestra de algo novedoso. Holden está ahí, con intenciones de sujetar y ser sujetado. Un par de seres con necesidad, un par de vacíos que aspiran a probar que dos vacíos muy grandes no dan como respuesta un vacío aún mayor sino un lleno, al menos uno moderadamente lleno.
Holden representa un escape, un mundo nuevo, un despertar emocional y sexual... pero como todo escape, hay inconvenientes, y el asunto pasa de aventura a obsesión, y Justine se enfrenta a la otra cara de la moneda: un caos de amor, chantajes, y problemas relacionados.
Una hermosa chica (Jennifer Aniston), en un suburbio como muchos en los EUA, y una muestra de que en esos pequeños sitios -de otros sitios que tampoco son grandes- no perdona: la chica bonita se enamora, y el futuro es un auto de clase media, una casa de clase media, un marido pintor de casas, un empleo de clase media y una vida de clase media, no exactamente la que venden las revistas.
Pero Holden escribe, y tiene una carta.
La verdad es que esta carta que logra iniciar el conflicto no es por completo convincente (el detalle de la sangre y el amor de tipo adolescente me parece forzado), pero en un mundo vacío quizá cualquier texto hubiera logrado ese mismo efecto: sangre o poesía, el resultado es el mismo si sólo se trata de aferrarse a la novedad (que es, a fin de cuentas, uno de los principales motores de infidelidad). ¿Es creíble que un pseudo-escritor logre algo así? Como se llega a expresar, los ojos son parte de lo llamativo. “Tienes ojos de odiar al mundo. Yo también lo odio.” La frase resume la propuesta: un vacío enorme que detecta vacíos, un sensor maestro capaz de detectar un deseo de llenar, de tener, de ser capturado, y la expresión de Holden (un atormentado Jake Gyllenhaal) sí es convincente en este sentido (quizá más que su actuación global, pues Gyllenhaal convenció con Donnie Darko, pero creo que ya es hora de que cambie de registro pues parece que no tiene otro en su haber).
Después de la oscuridad, la luz, un pequeño brillo. ¿Lo dejas ir? “¿Te vas a la tumba con vida sin vivir en el interior de tus venas?”. La propuesta de un romance como luz en este mundo es la misma de muchas otras cintas, pero la variante aquí es que no es tal luz: es sólo un intento de luz, un intento de vida en una vida que al no tener nada se aferraría a cualquier cosa. La muerte de una compañera de trabajo como catalizador de moral y de ideas de “si-muriera-hoy...” no es una causa fuerte de cambio, pero basta para la historia, y para poder mostrar algo real en lo que vemos: la misma Justine sabe lo que hace (pese a que trata de venderse la idea de que no lo sabe), y sabe que las palabras base son simples: adúltera, egoísta, mentirosa...
¿Puede ser peor? Sí, pues un detalle de ‘salvación’ de un amigo, un chantaje sexual, simboliza un nivel de decadencia en este juego de vida. El detalle es excesivo como espiral de caos, pero digamos que refuerza bien el punto. No importa si se maquilla como elemento de comedia dramática, la realidad mostrada en este incidente no admite burlas.
¿Aniston? Su papel confirma que puede dedicarse a cosas serias, ofrece un personaje entrañable pero odioso, una nueva musa del mundo actual suburbano en los EUA. La imagen no gustará a muchos: sin glamour y en depresión no es tan llamativa, pero esto refuerza el hecho de que logró un buen papel y es por mucho lo mejor de la cinta; la chica buena ofrece un rol convincente que le lanzará al círculo de quienes, además de la cara bonita, pueden también actuar y encuentran un papel que explota este hecho.
Sobre la temática y el final, pese a que la cinta trata sobre la frustración, las opciones (hay una parte en la que la encrucijada es física, un semáforo que ofrece disyuntivas) y sobre la bondad de una chica, no todo es lo que parece... Una bondad que no es la idea inicial de la protagonista, pero que tampoco es la que se nos ofrece en la resolución. La bondad no es sólo la de seguir las normas sociales, la bondad es más compleja, y aquí la cinta propone un tema sin aspirar a concluirlo, pues pese a acciones buenas, el resultado no siempre es el ideal, y pareciera que la chica buena sigue queriendo ser buena..Un final con sonrisas, pero en un mundo plagado de lágrimas, la contradicción y las acciones buenas, no tan buenas, y enteramente malas, sigue puesta en la mesa...
Una buena propuesta de cine de bajo presupuesto, un gancho comercial tremendo con la chica estelar, y una cinta que sin ser soberbia se gana el atenderla, sea por ver a la Aniston actuando, o por ver algo de juego moral en una suburbia americana que no suele mostrarse en el cine actual, un mundo alejado del que comúnmente se asocia al bienestar clasemediero de los EU.
A fin de cuentas, ese medio lleno sigue siendo también un medio vacío... ¿o no?

http://www.cinenganos.com/pelicula/GoodGirl/

viernes, 1 de diciembre de 2006

Robando flores de otros nichos

Ya toca desnudarse del violeta,
ya mudo de estado civil.
La viudedad en plena luna de miel
no es frecuente y tampoco accidental.
Nunca me dijiste que ibas a morirte
y pasé un mes esperando a que me señalaras
dónde podía llevarte las flores.
Y ahora te apareces como un grosero resucitado
que disfruta del Valhalla.
Ya que no fui una viuda negra,
permíteme cuanto menos ser una viuda alegre.
Y hazme el favor de morirte otra vez.

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