domingo, 19 de noviembre de 2006

Hoy también


Has aparecido. Cuatro palabras y un adiós. Qué curioso personaje eres a veces. Y mi cuerpo vuelve a prepararse para una larga temporada que interrumpes cuando te da la gana.


Si te sacara de mi vida todo sería más fácil. Hueco que rellenaría con la pasta blaca que me ofreces o con tus rajoletes...


Hoy confieso que me desequilibras. Lo sabes. Tal vez también yo a ti. Al menos esa es mi esperanza.


Pero no te quiero, los domingos son del sol. Buen provecho.


sábado, 18 de noviembre de 2006

Río Guadiana


Parece mentira que naciera oliendo a salitre. Los ríos que me bordean huelen sólo a agua, a veces a agua sucia. Tu agua no sé muy bien a qué huele al paso de tu casa. En sueños hay cosas que no percibo...
Y teniendo el mismo horóscopo, tú eres Guadiana y yo Mediterrània. Por eso tú desapareces pero yo soy eterna como los siglos que no nos verán ni como Romeo y Julieta, ni como los amantes de Teruel... No, no nos verán.
Una inicial para una persona. Y no eras tú.
Para qué perdones y disculpas. Si estoy acostubrada a chocar contra tu puerta, a un adiós que suena a golpe seco. La única razón quizá sea que la enfermedad nos vuelve vulnerables y por algún mecanismo aún en estudio, nos ponemos en el lugar de los demás, en el lugar que nunca nos pusimos.
Sí, estás enfermo. También yo lo estuve. Y aflora el rencor que te dije. Silencio. Nada de "no importa" ni de "ponte bueno". Importó e importa, importará siempre. Ponte bueno, lo deseo con el corazón, pero mi boca hace lo mismo que la tuya cuando entré en el quirófano, cuando salí de él vomitando sangre y cuando regresé a nuestros lugares comunes y tú... Tú no estabas... Para variar...
Porque, como dices, eres río que aparece y desaparece, y no acudes precisamente en los momentos que más se te necesita. Y yo me cansé (hoy me he cansado, mañana será otro día) de ser tu solícita enfermera, confesora, amiga y amante.

viernes, 17 de noviembre de 2006

Yo soy la otra

...y siempre lo seré...

Me tengo que conformar con abrir una página y confesar que viví mal y aún no he acabado peor, porque sigo cayendo en el pozo negro de los ojos que me hicieron perder el sur y encontrar el norte.